Pensamientos fugaces de una noche inesperada
El cometa marcó el cielo de esquina a esquina. Su fulgor resplandeció en el cielo por más tiempo del que
logro recordar. Fue increíble, pensé. Dicen que debes pedir un deseo, aunque yo no soy mucho de esas
cosas, intento creer en lo que puedo ver, sentir y tocar con la palma de mi mano; así me enseño mi
madre. Recuerdo cuando era más pequeño, ella solía recoger las manzanas que cada año nuestro árbol
dejaba caer al suelo. La logro imaginar, es como si la tuviera en frente, diciendo algo así como: – Me
gusta cuando caen las manzanas, es bonito. Es el momento en el que podemos intervenir en la
naturaleza; el momento en el que el árbol nos regala el fruto de su existencia; nuestra comida, y reía.
Algo tan simple y mágico. Un momento especial en la vida de cada persona. Solía creer que la vida era
como un rompecabezas, con muchas, muchas piezas. Incontables, yo creo. Cada vez que me lo imagino
esbozo una sonrisa, es incontenible no reír cuando se piensa tanto en tan poco tiempo. Al cerebro le
toma tiempo acostumbrarse, aunque a veces, intento volver a descifrarme, entenderme. Retomando
aquellos caminos perdidos al recorrer y que suelen perderse entre la niebla; aunque en otras ocasiones,
todo parece tan claro, tan obvio, incluso, que es sorprendente volver a entender todo otra vez. Una
epifanía en movimiento, innumerables revelaciones sobre el pasado y el futuro, todo el universo en un
solo lugar; en constante movimiento y cambio. Entropía en su máxima expresión. Lindo, ¿no?
Con nostalgia admiro una claridad algo olvidada, un poco retraída en mi vida diaria e interesante de
recordar, una sensación de calma y conocimiento. Sabiduría, ¿tal vez? No exactamente aquello, pero
similar; o al menos, eso me gusta pensar, si de algo sirviera. El tiempo pasa volando, dicen. En
momentos no te das cuenta cuando todo ha cambiado y la vida que creíste tener en realidad no era lo
que era. Es como una decepción interna, saber claramente que es lo que sucede, entender que debes
hacer y, aun así, no avanzar por lo que deseas. Un escalofrío siempre recorre mi cuerpo cuando llego a
esos lugares, entrañables y parte nuestra; a veces, la mente se reconecta por completo y te da un golpe
de electricidad que activa todas las terminales nerviosas de tu organismo. Le da vida a cada célula de tu
cuerpo y rejuvenece cada órgano en tu interior; de pies a cabeza. El cuerpo es sabio y la mente, es parte
de lo que nos compone como ser vivo. Nos muestra lo simples que realmente somos y vulnerables que
estamos. Somos carne hecha de agua, millones de compuestos químicos acoplados entre sí, formando
vida. Magia, dirán algunos; un milagro, otros. Nadie realmente sabe y a nadie, realmente le importa.
Todos es un gran chiste contado por ti, con el mundo como tu espectador…
Sonrío con la luna al frente, imponente como siempre, resguardando el cielo como una vigía nocturna.
Pronto el ambiente retoma su color normal, de a poco se da el paso al oscuro; negro. El resplandor de
fuego que hace unos minutos había surcado el cielo por completo dejó un rastro incandescente entre las
estrellas, perdía intensidad en cada segundo que pasaba, pero nos dejaba un recordatorio grabado por
siempre; un mensaje escondido entre su brillante estela. La vida es efímera y finita. Es un paseo por la
pradera o por la playa y se compone de todas aquellas cosas simples que puedes hacer; todo lo que
define tu alrededor, está ahí, y es parte de tu entorno. La vida es tu responsabilidad y mientras dure
todo su proceso, debes continuar y dejar el aire pasar entre tus manos, soltar la espalda y disfrutar. No
hay vida sin tu presencia, y mientras la haya, esfuérzate por ser el mejor para ti y para el resto. Como un
cometa, que surca los aires y nos deleita, aunque sea unos segundos, con su belleza y resplandor. Una
maravilla de la existencia y la vida; un regalo del universo. Claridad en tiempos de oscuridad y esperanza
en tiempos de agonía.