FRÍO

Final de un viaje que solo comienza

Estremecido por el frío de la noche pensé en el recorrido ya avanzado. Cada paso congelaba aún más mis extremidades. El crujir del hielo se confundía con el de mis articulaciones, que daban una sensación de resquebrajo constante y debilidad momentánea, casi constante, por el frío que reinaba alrededor. Un martirio sin precedentes, un infierno congelado era lo único que atravesaba mi mente en aquel momento, guardando las proporciones bíblicas y cliché de la expresión, claro. Una tumba de hielo de extensión inimaginable, escondida entre recónditos paramos y montañas milenarias. El escondite perfecto para aquel que escapa de sí mismo y busca encontrarse a como dé lugar. La aventura perfecta para el osado y poco cuidadoso, un alimento para el ego y el espíritu, una dualidad en su expresión más minúscula: la búsqueda de la iluminación etérea y satisfacción terrenal a cambio del sufrimiento y desafío constante para el cuerpo, la mente y el espíritu.

Podemos tenerle miedo a la muerte, es algo permitido. El miedo es uno de nuestros principales motores, es el mecanismo que nos activa ante lo desconocido y lo nuevo, ante el peligro y la amenaza. El miedo puede hacernos cambiar, puede hacernos retroceder o avanzar, esperar y medir los posibles escenarios ante una situación, cualquiera sea esta. El miedo siempre ha estado y siempre estará, es una herramienta y debemos hacer uso de ella…

Busco con premura un refugio, una formación rocosa que cobije mis pensamientos y apacigüe mis heridas ya resecas y doloridas. A duras penas avanzo mientras divago en la agradable idea de desmayarme y desaparecer. Tentar a la suerte y a su azarosidad programada, esperando que ojalá el resultado final sea el más adecuado para mi destino; sin embargo, ¿no que siempre es así? o, al menos, eso me gusta creer. Puedo reclamarle a la vida o al universo con toda mi intencionalidad, puedo cuestionar los designios que yo mismo traje hacia mí por mis acciones, negarme a asumir y a expresar el interior de un ser vivo y consciente que avanza y decide, que conjetura y define.

Que siente y se identifica con el universo, pues viene de él.

Estoy aquí, eso es lo único claro; mi cara, magullada e hinchada, golpeada por el frío y a la ventisca, ya no tenía la capacidad de transmitir y expresar, era una máscara en un cuerpo en viva descomposición, congelado lentamente desde fuera hacia dentro, consumiendo la llama de la vida a cada segundo, abrazándola con delicadeza, con cuidado de no extinguir la intención, de no apagar el fulgor del sentimiento y el calor del alma. Vivo, pero muerto por dentro, desvanecida la esperanza de nuevo mañana, de un sol en lo alto y sus rayos incesantes de luz conciliadora que inundan de vida todo lo que toca. Solo tengo oscuridad y humedad, frío y dolor, agua que empapa mis ropas y mis cabellos, viento que golpea mi rostro y mis manos, y que transporta con furia cristales de vida y muerte, la tierra regalándome parte de si para mí. No estoy seguro si por caridad o hermosa pleitesía; energía pura de un mundo que no comprendemos, de planos que no experimentamos y energías que nos pasan por alto. Trascendencia y pasión, explosión de la materia por el cosmos infinito, transformándose en todo y nada, en la respiración cuántica del vacío en expansión. Una orquesta perfecta, sonado en su clímax al momento que cesa tu respiración y dejas de ser tú.

No soy alguien que se caracterice por guardar resentimientos ni vivir de remordimientos encarnados en el alma. Llegué hasta aquí y puedo decir que fui y soy feliz. No todo desafío esta ahí para ser superado, a veces, la caída se hace presente solo para enseñarnos que el mundo es un lugar agreste y que todo llega cuando debe llegar. No podemos escapar de nosotros mismos, la sombra es parte de la luz que expelemos al existir y nadie más que uno puede decir cuando apagar su foco cegador. Solo yo soy capaz de entender el mundo que me rodea y si efectivamente estuve a la altura de las expectativas que yo mismo puse para mí.

Que consuelo es la muerte, que descanso de este plano sin explicación ni entendimiento. Avancé a más no poder y ahora me encuentro aquí, aletargado y moribundo por la incapacidad de movimiento y el dolor que inunda e invade cada centímetro de mi cuerpo. No estoy seguro de poder transmitir todo lo que mi mente busca expresar en este instante; extrañare esta claridad momentánea, esta tranquilidad pacificadora, este lazo que me lleva hacia donde debo, pero no quiero ir…

Ya mis parpados pesan más de la cuenta, siento como el frío se retira lentamente, con paciencia y calma eterna, seré uno más de la lista, un numero en el registro, alimento para los animales y energía para esta tierra. Ya no soy capaz de moverme, el refugio improvisado solo retrasa lo inevitable y yo, abrazando el infinito, me entrego a esta montaña que poco reclama y mucho exige. Una ofrenda de luz, un humano más a su inmensa lista, uno más que subió para encontrarse a sí mismo, pero terminó encontrándose con el anhelado destino de la vida eterna y la transmutación del pensamiento.