Vestigios de un equilibrio corrompido
Un mundo engranado extrañamente, pareciese que todo objeto calza en un lugar perfecto, por decirlo
de alguna manera. Existe una cronología básica en el existir que a simple vista da la sensación de ser un
motor interno de cada uno de los componentes que constituyen el entorno reconocible. Cada uno
cumple su rol, a cabalidad, por cierto, y sin vacilaciones ponen su vida al servicio de algo mayor, de un
equilibrio intrínseco adyacente al mero hecho de existir y ser parte de un sistema algo mayor que el
propio.
El experimento se aloja en cada uno, se observa a simple vista. No es algo malévolo, eso también se
puede identificar con facilidad; solo es. No hay espacio a duda, se identifica un raciocinio o una especie
de sentido común general, acorde al ordenamiento preexistente en el exterior; sin embargo, también se
distingue una parte más interna, individual, que está de igual forma presente en cada uno, otorgando así
una dualidad interesante en el accionar e interaccionar que se produce entre el ser en sí y su entorno,
desde la individualidad al colectivo y desde el colectivo a la individualidad.
Se entiende el concepto de bien o mal desde una perspectiva ecológica primordial de equilibrio y
desarrollo y no tanto desde la visión moral de las acciones, una perspectiva directamente ligada, y
relacionada, con los asentamientos más racionales de una especie de sociedad colectiva conjunta que
dice avanzar por el bien común. Siendo este último, un enfoque que se escapa de los cánones naturales
de una existencia acorde a la armonía intrínseca de la vida y que se encuentra contaminada por un sesgo
vulgar de externalidad pasiva cuidadosamente implantada en el entendimiento más inmediato de los
llamados seres humanos. Designios que conducen al otrora alma libre, a una esclavitud inconsciente con
lo inmediato y lo perecedero, a la acción y reacción, la vorágine de la exigencia y el ego, de lo banal y lo
mortal.
La eliminación del sentimiento como herramienta clave en el desarrollo de un ser vivo limita
automáticamente el desenvolvimiento normal y ágil en cualquier tipo de ámbito. Desde la comprensión
del entorno, la adecuación al medio y la adaptación interna, hasta la aceptación e identificación más
mínima de los mensajes que pueden agolparse a simple vista y los designios que, cuidadosamente, se
posan para entregar un mensaje de equilibrio y confirmación de que cada paso dado corresponde a un
proceso mayor de forje del espíritu y acumulación de carga energética interna.
La concepción de vida tiene varias aristas, la intensificación de la existencia se ve promovida más por un
miedo a dejar de experimentarla que por la necesidad de aprovechar el tiempo en el presente para la
consecución lógica de aprender y adoptar, de sobrevivir y sobrellevar. El tiempo parece esfumarse en la
retina, el sol día a día marca con precisión un nuevo ciclo terrestre de energía y movimiento. Vibración
que se transmite y expande por todo el globo, perpetrando con tesón una variable perdida pero
presente en cada uno. Todo es interno, todo es percepción y realización.
Sucumbir ante el mínimo estimulo inesperado detiene todo proceso de comprensión. Te deja libre
frente a la incertidumbre y la concepción anteriormente establecida cómo el recurso básico para
afrontar el mero hecho de despertar, abrir los ojos y experimentar el mundo. La visión otorgada hacia el
exterior es la que materializa el sentir más interno y es, al mismo tiempo, la que engrana la construcción
y conjunción personal sobre cómo se espera, y busca, enfrentar y afrontar una existencia polarizada por
todo lo que sea consecuente con una seudo forma de entender y vivenciar el mundo.
La materialidad real identificable no es más que la proyección de lo que somos como seres humanos. El
carácter rotativo de la vida sienta sus bases en el avanzar continuo de todo el entorno, alimentando un
proceso de nunca acabar en el que la experiencia recabada durante el tramo energético que cada ser
comparte de manera consciente durante el periodo en el que experimenta la vida y la existencia sirva de
insumo para promover el avance conjunto de cada componente que se enmarca individual y
detalladamente en los diversos planos que establecen la realidad universal armónica, entendida como el
resultado final entre lo que energiza el medio, lo que convive en el y lo que se expande a partir de si y se
infunde estrechamente en el interior del todo.