Jugarretas de una mente infinita y sin rumbo
El miedo es parte de nuestra fortaleza como ser humano, nos permite mirar con detención el entorno y
calcular con precisión lo que debemos hacer para superar una situación adversa para nosotros o
nuestros pares. Nos pone al límite, nos obliga a exprimir nuestras capacidades al máximo y esforzarnos
por no caer en un abismo de perdición instantánea. Permite enfocarnos en nuestros objetivos, utilizar
de forma eficiente nuestra energía y suplir las debilidades con instinto e intelecto agudo. Puede
aparecer cuando menos lo esperes, en las pequeñas situaciones que inundan una vida de estímulos y
aprendizajes; de experiencias sin fin y vacilaciones de la mente y la conciencia. El miedo es un
catalizador; puede tener incontables rostros, incluido el tuyo, y cada uno está ahí para cumplir una
función específica en tu vida. Sobrevivencia o detenimiento, cada forma de manifestación del miedo
está puesta ahí para potenciarnos, para obligarnos a utilizar nuestras capacidades como seres humanos
creadores y no sucumbir ante los estímulos materiales de una vida irreal, generada por la energía que
rodea todo lo vivo.
El miedo es una capacidad humana, ligada estrechamente a la percepción directa y las emociones;
permite ver el prisma de una realidad modificada y obliga al intelecto a llegar a nuevas formas de
abordaje a problemas y situaciones cotidianas y algunas otras no tanto. Es un arma de doble filo, es
tanto un peligro como un beneficio. El miedo nos vuelve poderosos, imparables; sin embargo, también
nos vuelve vulnerables y torpes; puede facilitar la estrepitosa caída a un abismo de perdición y
debilidad, puede limitar el movimiento y acotar las opciones, otrora abundantes; delimitar el rango de
acción y afectar cada proceso sináptico en nuestro cerebro, llevado a cabo por medio de miles de
reacciones químicas inmediatas y manifestándose de forma instantánea a través de conductas erráticas
y una falta de juicio clara que puede llegar inclusive a tener fuertes repercusiones en lo que somos como
ser vivo.
El miedo es tu amigo y tu enemigo, es tu maestro; son todas aquellas lecciones que debes aprender y
has acarreado en tus hombros por siglos y siglos. Transmutando de un alma a otra, de realidad en
realidad, manifestándose de forma clara ante tus ojos y esperando a ser enfrentado por el yo que
representes en ese instante. Una lección del universo y la existencia infinita, la materialización de todo
lo que temes que suceda o acontezca durante tu porción de vida en este plano. El miedo es catarsis, es
entendimiento y crecimiento, es enfrentar las cadenas impuestas, es enfrentarte a ti mismo. El miedo es
racional e irracional, el miedo es parte de nosotros, está en cada fibra de tu cuerpo y en cada acción que
realizas. Está ahí para recordarte que estás vivo y que tienes que seguir adelante, cueste lo que cueste.
El miedo puede ser tu escapatoria o perdición, puede ser el factor determinante en el logro o fracaso de
lo que te propongas, puede crecer tanto que evitará que observes con detención y templanza, hacer que
actúes de forma apresurada y sin medir consecuencias, o puede también volverte fuerte, inmune,
avasallador ante lo desconocido y todo lo que parezca amenazar la construcción de tu mundo en lo más
mínimo. Es una herramienta de la conciencia y está a nuestro servicio.
¿A qué le tememos cuando tememos, cuando expresamos miedo? ¿Será a las posibles repercusiones de
un acto egoísta y sin sentido?; ¿será a lo desconocido y peligroso?; ¿será a las consecuencias de
expresar lo que sentimos y recibir lo inesperado?; ¿será al triunfo o al éxito, al logro de nuestros
objetivos? La respuesta tiene miles de aristas y posibilidades, todas constantes en una vida sin final
aparente, en transformación y evolución continua. Manifestación clara de la evolución, muestra
irrefutable del control de la mente sobre el cuerpo y la realidad; materialización racional de nuestras
debilidades y falencias, esperando promover y lograr el quebrantamiento del espíritu y el cuerpo
material frente a las debilidades autoimpuestas por el subconsciente y acarreadas por el flujo energético
que pasa a través de nosotros. El miedo es una oportunidad y debemos utilizarla, el cuerpo se instruye
desde la decisión y el movimiento, y potenciar estos aspectos solo depende de uno mismo, pudiendo
aprovechar la vida en su esplendor o esperar a que todo se derrumbe por la incapacidad de hacerle
frente a los obstáculos que se presenten en nuestro avanzar.
Controlar el miedo representa un desafío, obliga a sobreponerse a los designios de la mente, evitar caer
en, o sucumbir ante, el espiral infinito de desidia e indecisión provocado por nuestro sentir; turbulento
bucle de ignorancia y molestia interior, alimentado por todo aquello que con tanto esfuerzo hemos
intentado relegar al fondo de nuestra percepción y entendimiento; esperando que desaparezca por arte
de magia y con el pasar del tiempo, sin estimar aprender de ello y asimilarlo de forma real y verdadera.
Creamos las situaciones y luego nos arrepentimos, la vida sucede y tenemos miedo de experimentarla y
vivirla. Sumidos en una nebulosa de incertidumbre que cada día aumenta y nos pone en una situación
de alerta constante hacia el entorno y hacia uno mismo; generando intranquilidad en cada paso y
desconfianza en cada acción. Optando por una tranquilidad ficticia, en desmedro de nuestro espíritu y
nuestro real querer y sentir…
El miedo es parte de tu ser, acéptalo y verás como la percepción del entorno más próximo y lejano se
modifican, se vuelven parte de ti y construyen un abanico de nuevas posibilidades y caminos, listos para
ser recorridos y experimentados por tu nuevo yo; el que acepta todo lo que él significa como ser vivo,
habitante del planeta tierra, que se encuentra en constante desarrollo y aprendizaje.